DOMINGO XX (T. Ordinario)

CICLO C

EL SUFRIMIENTO

Jr. 38, 4-6,8-10

4 Y dijeron aquellos jefes al rey: « Ea, hágase morir a ese hombre, porque con eso desmoraliza a los guerreros que quedan en esta ciudad y a toda la plebe, diciéndoles tales cosas. Porque este hombre no procura en absoluto el bien del pueblo, sino su daño. »

5 Dijo el rey Sedecías: « Ahí le tenéis en vuestras manos, pues nada podría el rey contra vosotros. »

6 Ellos se apoderaron de Jeremías, y lo echaron a la cisterna de Malkiyías, hijo del rey, que había en el patio de la guardia, descolgando a Jeremías con sogas. En el pozo no había agua, sino fango, y Jeremías se hundió en el fango.

8 Salió Ebed Mélek de la casa del rey, y habló al rey en estos términos:

9 « Oh mi señor el rey, está mal hecho todo cuanto esos hombres han hecho con el profeta Jeremías, arrojándole a la cisterna. Total lo mismo se iba a morir de hambre, pues no quedan ya víveres en la ciudad. »

10 Entonces ordenó el rey a Ebed Mélek el kusita: « Toma tú mismo de aquí treinta hombres, y subes al profeta Jeremías del pozo antes de que muera. »

Después de una primera deportación a Babilonia en el a. 597 por Nabucodonosor, una nueva rebelión de Judá hizo volver a los ejércitos caldeos que tomaron Jerusalén e incendiaron el templo, deportando por segunda vez a sus habitantes en el a. 587. Jeremías atravesó esta dramática historia predicando, amenazando en vano a los reyes incapaces que se sucedían en el trono de David, acusado de derrotismo por los militares, perseguido y encarcelado.

Este pasaje corresponde a un trozo de la biografía de Jeremías antes de esta segunda deportación Sus sufrimientos y abnegación en servicio de Dios preparó la Nueva Alianza cristiana que pone de manifiesto las íntimas relaciones con Dios, también acrisoló su alma y la abrió al trato íntimo con el Señor: El sondea el corazón; retribuye a cada uno según sus obras; el corazón malvado rompe la amistad con Dios por el pecado… es Jeremías imagen del Siervo de Isaías 53 y figura de Cristo.

(v. 4-6) -   Los oídos necios gustan de oir palabras halagadoras y huyen de la verdad (Sab. 2, 12-20), estas palabras hieren y son amenaza para la vida de los malvados. Por ello es perseguido a muerte el justo. Los jefes le persiguen.

              -   Ebed Mélek, un extranjero, un etíope (Kus) intercede por Jeremías condenando la acción malvada que han hecho contra él y aboga ante el rey para salvarlo. El justo con sus sufrimientos es el verdadero redentor de su mismo pueblo que le quiere matar.

Hb. 12, 1-4

1 Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone,

2 fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe, el cual, en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la diestra del trono de Dios.

3 Fijaos en aquel que soportó tal contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcáis faltos de ánimo.

4 No habéis resistido todavía hasta llegar a la sangre en vuestra lucha contra el pecado.

(v. 1)    -   Terminada la nube de testigos de la fe del Antiguo Testamento con sus muchos y variados sufrimientos, la carta se vuelve de nuevo a la comunidad oprimida con el fin de estimularla en el duro combate de la fe. La imagen de la carrera no es conocida por San Pablo (I Cor. 9, 24-26; Gal. 2, 2; Fp. 2, 17; 3, 13.14) y también por la literatura profana. En la antigüedad entusiasmaban los deportes a las masas. Nos debemos imaginar “la nube de testigos” como los espectadores que desde las graderías del estadio siguen las incidencias de la lucha. “Despojémonos”, todo luchador o corredor, por sentido común ha de dejar aquello que pueda serle gravoso o le exponga a caer, supuesta la voluntad del luchador. Pero esto parece faltarle a la comunidad de esta carta: han olvidado que la corona de la victorias sólo se alcanza tras ruda lucha.

(v. 2)    -   La palabra HYPOMENE (10, 36) = fe constante, paciente y tolerante, es la que debe presentarse a los luchadores fatigados y decaídos cuyo modelo supremo es Jesús crucificado y encumbrado a la derecha de Dios Padre. En El llegan a la meta todos los mártires y testigos del Antigua Testamento, es el “consumador de la fe” porque con su muerte realizó e hizo real palpablemente la promesa hecha a la fe. Sin El sería vano todo correr, luchar y marchar. El es solo el “consumador” porque es a la vez “promotor”, Iniciador e instigador = ARKHEGOS. Mas no sólo es el adalid de sus hermanos, los redimidos, que los guía hacia la herencia celestial, sino que es el Hijo pretemporal, mediador de la creación en el mundo celeste. Con su ejemplo, Jesús nos mostró cómo el oprobio y la ignominia, la cruz y la muerte sangrienta conducen al gozo y gloria eternos.

(v. 3)    -   A estos creyentes que corrían el peligro de desfallecer, había de darles el autor de la carta la razón por la que sería una insensatez abandonar el campo: ¿Cómo pueden esperar el gozo eterno sin “soportar contradicción por parte de los pecadores”?

(v. 4)     -   Cada vez se ve más claro que esta comunidad de la carta a los hebreos rehúye persecuciones y sufrimientos. Seguro que imaginaron que era cosa más sencilla ser cristiano y que un hijo de Dios tiene derecho a la protección de su Padre celestial (Sab. 2, 18). Contra esa concepción pagana de la relación de padre a hijo entre Dios y el hombre, se había pronunciado ya la historia de las tentaciones en los evangelios (Mt. 4, 1-11; Lc. 4, 1-13). La preservación de las miserias de la tierra y la salvación de la muerte es lo que espera toda persona devota de su Padre del cielo, pero la suerte de su “promotor y consumador” tenía que dar que pensar al cristiano (5, 8). Así Dios educa a sus otros hijos en una dura escuela de sufrimiento. Este no es señal de la cólera divina, sino pruebas de su amor y solicitud paternal, es para su bien personal.

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