DOMINGO XIX (T. Ordinario)

CICLO C

LA FE  

Sb. 18, 6-9

6 Aquella noche fue previamente conocida por nuestros padres, para que se confortasen al reconocer firmes los juramentos en que creyeron.

7 Tu pueblo esperaba a la vez la salvación de los justos y la destrucción de sus enemigos.

8 Y, en efecto, con el castigo mismo de nuestros adversarios, nos colmaste de gloria llamándonos a ti.

9 Los santos hijos de los buenos ofrecieron sacrificios en secreto y establecieron unánimes esta ley divina: que los santos correrían en común las mismas aventuras y riesgos; y, previamente, cantaron ya los himnos de los Padres.

                  -   Enumera aquí el autor de la Sabiduría una de las antítesis (la 6ª = noche trágica y noche liberadora) que expone a partir del capítulo 11: lo que era para los egipcios castigo, se transforma para los israelitas en bendición de Jahvé.

                  -   Tenemos por tanto alegando otro ejemplo de la correspondencia entre pecado y castigo 11, 16; el autor anuncia a la vez el exterminio de los primogénitos y el desastre del Mar Rojo (v. 5). Aquí fija su atención el autor en el primer episodio.

     (v. 6)    -   Aquella noche feliz y trágica fue conocida por los israelitas del tiempo del Éxodo (Ex. 11, 4-7) o mejor de los Patriarcas a quienes Dios prometió que libraría a sus descendientes de la servidumbre de Egipto (Gn. 15, 13-14) (46, 3-4).

                  -   Creyeron en el pacto que con juramento había hecho Jahvé con los Patriarcas.

     (v. 7)    -   Esperaban su salvación y la destrucción de los enemigos y así sucedió: la liberación fue “colmo de gloria ante todos los pueblos y definitivamente se designaba a Israel a través del exterminio

     (v. 8)    -   de los primogénitos, de la celebración de la Pascua y del Ëxodo como el pueblo de Dios (Dt. 7, 6).

     (v. 9)    -   Los “santos hijos de los buenos”, es decir, los descendientes de buena casta de un linaje santo: “los herederos de los bienes prometidos a los padres”. A la Pascua se la llama “sacrificio” (Ez. 12, 27; Dt. 16, 2.5) y “secreto” porque se celebró dentro de las casas (Ex. 16, 46).

                  -   “Cantaron los himnos de los padres”. El autor se imagina ya la primera Pascua igual que las posteriores en que se cantaba el Hal-lel, Sal. 113-118

Hb. 11, 1-2.8-19

1 La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven.

2 Por ella fueron alabados nuestros mayores.

8 Por la fe, Abraham, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba.

9 Por la fe, peregrinó por la Tierra Prometida como en tierra extraña, habitando en tiendas, lo mismo que Isaac y Jacob, coherederos de las mismas promesas.

10 Pues esperaba la ciudad asentada sobre cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

11 Por la fe, también Sara recibió, aun fuera de la edad apropiada, vigor para ser madre, pues tuvo como digno de fe al que se lo prometía.

12 Por lo cual también de uno solo y ya gastado nacieron hijos, numerosos como las estrellas del cielo, incontables como las arenas de las orillas del mar.

13 En la fe murieron todos ellos, sin haber conseguido el objeto de las promesas: viéndolas y saludándolas desde lejos y confesándose extraños y forasteros sobre la tierra.

14 Los que tal dicen, claramente dan a entender que van en busca de una patria;

15 pues si hubiesen pensado en la tierra de la que habían salido, habrían tenido ocasión de retornar a ella.

16 Más bien aspiran a una mejor, a la celestial. Por eso Dios no se avergüenza de ellos, de ser llamado Dios suyo, pues les tiene preparada una ciudad...

17 Por la fe, Abraham, sometido a la prueba, presentó a Isaac como ofrenda, y el que había recibido las promesas, ofrecía a su unigénito,

18 respecto del cual se le había dicho: Por Isaac tendrás descendencia.

19 Pensaba que poderoso era Dios aun para resucitar de entre los muertos. Por eso lo recobró para que Isaac fuera también figura.

     (v. 1-2) -   Ante los hebreos, descorazonados por las persecuciones, el autor pone de relieve que la fe está totalmente orientada hacia el futuro y no se adhiere más que a lo invisible. Este versículo ha llegado a ser una especie de definición teológica de la fe, posesión anticipada y garantizada de las realidades celestiales (6, 5; Rm. 5, 2; 1, 16; Ef. 1, 13s.). Los ejemplos sacados de la hagiografía del Antiguo Testamento (Si. 44-50) van a mostrar la paciencia y la fortaleza que la fe proporciona: las palabras “por la fe” distinguirán 17 veces seguidas el comienzo de cada frase.

                  -   Esta definición de fe difiere bastante del concepto paulino y de los evangelios donde siempre asocian fe con la persona y la obra de Cristo. El autor de la carta a los Hebreos nos define la fe con la concepción de Platón, donde muestra tener fe el que está orientado hacia el mundo invisible y no se ofusca por el mundo aparente de la tierra.

     (v. 8-10)   -             La historia de Abraham nos sensibiliza de lo que significa la fe: el éxodo del patriarca de su país natal y la peregrinación sin meta conocida. El cristiano, por esto, debe seguir ciegamente la llamada de Dios, estamos de paso y no podemos instalarnos, vamos con la “tienda” de un lugar a otro, donde Dios nos reclama.

     (v. 11-12)-              El segundo gran acontecimiento de la historia de Abraham es la promesa de descendencia. Llama la atención que aquí se ensalce la fe de Sara (Gn. 18, 20). Quizás el autor propone a los cristianos que comenzaban a dudar el ejemplo de una mujer que sólo se convenció de la veracidad de la Palabra de Dios cuando vio cumplida la promesa. La carta quiere inculcar una y otra vez que la muerte no es para la fe un obstáculo insuperable, más aún: precisamente con la muerte alcanzaron la meta celestial de las promesas los testigos de la fe de la antigua alianza.

     (v. 13-16)-              Sin agotar los ejemplos tomados de los patriarcas, inserta el autor aquí una reflexión general sobre los que en la tierra reconocían ser extranjeros y advenedizos se refiere aquí, no a los patriarcas que era seminómadas e iban de una parte a otra con sus rebaños, sino a todos los fieles para quienes la tierra no puede ser patria definitiva.

                  -   Es aquí fuerte y patético el dualismo entre “patria celestial” y “la tierra”. En ningún otro lugar de la Sagrada Escritura se designa el cielo como la verdadera patria de los hombres. Esta es la meta que Dios mismo le ha fijado.

     (v. 17-19)-              La historia conmovedora del sacrificio de Isaac ha hallado variado eco en el cristianismo de Pablo (Rm. 8, 32) y (Jn. 3, 16) que reconocen en la figura de Abraham a Dios-Padre que por amor nuestro entrega a su Hijo (Gn. 22, 16). La carta a los Hebreos, fuera de esta interpretación rigurosamente teológica, nos habla de la actitud del creyente al que Dios reclama lo que anteriormente le había dado o prometido. En este prueba cree Abraham a Dios contra Dios y su fe nos da esta conclusión: si Dios puede resucitar a los muertos, también puede exigir la muerte del heredero de la promesa. La salvación de Isaac es figura de la resurrección universal y también, según una tradición exegética constante, de la pasión y de la resurrección de Cristo.

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