DOMINGO II DE PASCUA

CICLO C

 

 

Act. 5, 12-16

12 Por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios en el pueblo... Y solían estar todos con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón,

13 pero nadie de los otros se atrevía a juntarse a ellos, aunque el pueblo hablaba de ellos con elogio.

14 Los creyentes cada vez en mayor número se adherían al Señor, una multitud de hombres y mujeres.

15 ... hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos.

16 También acudía la multitud de las ciudades vecinas a Jerusalén trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos; y todos eran curados.

-   El prestigio de los Apóstoles va en aumento. Estamos ante un sumario de la comunidad, su crecimiento y su fuerza promotoras. Siempre la Iglesia reunida en torno a los Apóstoles, su testimonio y su poder de curar. No en balde, después del primer juicio oral de los apóstoles, la comunidad ha pedido a Dios que alargue su “mano para que se hagan curaciones, señales y prodigios mediante el nombre de su santo siervo Jesús (4, 29). Ya lo vimos en la curación del cojo de nacimiento, que con el don de curación de los apóstoles en el nombre y la fuerza de Jesús, así como el servicio de amor al hombre enfermo, sanó. En este poder curativo se denota el misterio de vida de la resurrección de Jesús y la fuerza de la fe en el Señor glorificado y presente.

-   Es posible que las personas que colocaban sus enfermos en la calle y que esperaban la fuerza curativa de la sombra de Pedro, tuvieran ideas equivocadas y primitivas, pero ello no quita nada del motivo real de la curación llevada a cabo. También Pedro, en la curación del cojo de nacimiento, tuvo que emplear el poder de la palabra ante el pueblo que asombrado lo atribuía a un poder mágico y los llevó a la fe en Jesús.

-   Con nuestra suficiente formación científica y el progreso de la medicina, juzgamos muy a prisa esta sencillez creyente, que busca el tacto externo. También los habitantes de Efeso estaban impresionados de la fuerza curativa de Pablo y aplicaban a los enfermos paños y ropa del apóstol y se curaban (19, 11s.) (Mc. 5, 29s) (Mc. 6, 56). La fe de esta gente sencilla en ese poder curativo y el nombre de Jesús, realiza estas maravillas.

-   La comunidad madre, todavía se limitaba al espacio de la ciudad de Jerusalén: el grupo de reune en el pórtico de Salomón (3, 11). Todavía tienen la sensación de ser judíos. Pero hay una extraña tensión entre ellos y los otros judíos. Una mezcla de temor reservado y de honrada atención. Estas curaciones milagrosas difundieron el llamamiento de los apóstoles e hicieron venir de todas partes, e incluso de los contornos de Jerusalén, los que buscaban la curación de forma que es comprensible que el Sanedrín a la expectativa les volviera a echar mano a los apóstoles.

Ap. 1, 9-11a.12-13.17-19

9 Yo, Juan, vuestro hermano y compañero de la tribulación, del reino y de la paciencia, en Jesús. Yo me encontraba en la isla llamada Patmos, por causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús.

10 Caí en éxtasis el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz, como de trompeta, que decía:

11 « Lo que veas escríbelo en un libro y envíalo a las siete Iglesias: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea ».

12 Me volví a ver qué voz era la que me hablaba y al volverme, vi siete candeleros de oro,

13 y en medio de los candeleros como a un Hijo de hombre, vestido de una túnica talar, cen6ido al talle con un ceñidor de oro.

17 Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. El puso su mano derecha sobre mí diciendo: « No temas, soy yo, el Primero y el Ultimo,

18 el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la Muerte y del Hades.

19 Escribe, pues, lo que has visto: lo que ya es y lo que va a suceder más tarde.

;Visión inaugural (1, 9-20)

(v. 9a)       -   Un profeta no habla en nombre propio, ha de ser enviado y legitimado por Dios para anunciar su palabra. Así era en los profetas del A.T. y ahora Juan experimenta un llamamiento especial cuyas circunstancias se describen aquí. Con la designación y misión por parte de Dios, se da también la autoridad para con aquellos que son objeto del encargo. Este, en su contenido y ejecución, es independiente del conocimiento e idea humana, así como de la apreciación personal. El ministerio en la Iglesia, como sucede con frecuencia en el mundo, no crea una relación de superior y súbdito, pues en la Iglesia tienen todos un único Señor, a quien todos están subordinados: Jesucristo y entre sí todos ellos son “hermanos (Mt. 23, 8).

-   Juan comparte la misma gracia de la elección de Dios, así como la misma suerte en el mundo. Cierto que ahora tienen ya (aunque invisiblemente) participación en la realeza de su Señor glorificado, pero mientras están en la tierra tienen que compartir primero la suerte que a El le había deparado el mundo (Mt. 10, 38s; 16, 24; 24, 9; Jn. 15, 20; 16, 33). La “tribulación es el estado normal de la Iglesia y la historia muestra que al ceder ésta, las más de las veces cede en ella la concordia y la paz. En cambio, los males consolidan la unión fraterna y crece la fidelidad de los fieles en virtud de la espera confiada del Señor que ha de venir.

(v. 9b)       -   La tribulación de Juan. Tiene su forma especial. El había proclamado la palabra de Dios en Asia (Act. 1, 8; 4, 33; 5, 32). Para hacerlo enmudecer y privar de su apoyo a las comunidades cristianas del Asia Menor, fue desterrado de la tierra firme y conducido a la fuerza a Patmos, isla rocosa de 40 Km2 de extensión, al oeste de Mileto. La primera persecución cristiana que alcanzó a Asia fue la de Domiciano, a. 95-96, donde se produjo el primer choque del cristianismo con el imperio romano por causa del culto al emperador. Con este destierro de Jn., proyecta ya sus sombras. Al que a los ojos de los hombres está privado de toda influencia para la Iglesia de entonces, el Espíritu de Dios hace de él, en su destierro, su instrumento especial, por el que viene en socorro de la Iglesia contra la oposición de los poderosos en el mundo.

(v. 10a)     -   Sucedió un “día del Señor, el primer día de la semana, que había reemplazado al sábado judaico (Act. 20, 7; I Cor. 16, 2), que el Espíritu de Dios vino sobre Juan para hacerlo vidente y pregonero profético de la palabra que Jesús daba a su Iglesia. En estado extático Juan recibe el mensaje en imágenes (visiones) y se vió lleno del Espíritu de Dios. Recibe así conocimientos suprahumanos, revelación divina que al hombre le está velada. Por ésto, la potencia y el acto de la fe es efecto del Espíritu de Dios, es gracia.

(v. 10b-11a)  -   La primera visión es una experiencia auditiva: “una gran voz que lo interpela. Esto es para Juan totalmente inesperado; el encargo mismo estaba fuera de su campo visual pues su ejecución parecía imposible desde el punto de vista humano: en el auténtico profetismo no hay acuerdo psíquico con uno mismo. Juan ha de escribir lo que le viene mostrado y enviar los apuntes a las 7 iglesias determinadas. Jesús mandó proclamar el evangelio oralmente, ahora se extiende a la palabra escritas. Esta le será dad en imágenes, el medio preferido también por Jesús en su predicación.

(v. 12)       -   En esta visión Juan ve al Señor Jesús glorioso (v. 13), muy consolador para una Iglesia perseguida verle en medio de ella. Los 7 candelabros de oro (1, 20) son las 7 Iglesias preciosas para Dios (oro), de “santos, elegidos por Dios y para Dios (Rm. 1, 7; I Cor. 1, 2; Col. 1,2). Es probable que con esta imagen se quiera ver también la misión de la Iglesia: luz sobre el candelero (Mt. 5, 14-16) (Ef. 5, 8; Fp. 2, 15).

(v. 13)       -   La figura del Señor recuerda al “Hijo del hombre Dn. 7, 13 en su misión mesiánica (Mt. 28, 18) es el Señor glorificado de su Iglesia. La túnica talar y el ceñidor de oro eran distintivos de los sacerdotes y reyes (Hb. 7, 24s.).

(v. 17a)     -   El Señor hace volver en sí a Juan con las palabras tranquilizantes del Maestro, que eran familiares a un discípulo de Jesús: “No temas. La imposición de la mano sobre Juan no es tanto de reanimación, sino para conferir un encargo de misión a Juan, expresado con toda exactitud (Act. 6,6; 13, 3; I Tim. 4, 14; 5, 22) y con la que recibe sin duda la consagración profética.

(v. 17b-18)    -   El Señor se aplica a sí mismo palabras que se habían dicho de Dios (1, 8). El es eterno como el Padre y existe antes que el mundo entero y está por encima de su historia. “El que vive es un nombre del A.T. para Dios por oposición a los ídolos muertos. Sigue la alusión a su encarnación y muerte y resurrección, desde la cual vence en todo cristiano, que confiesa su nombre en la persecución, todo temor a la muerte.

(v. 19)       -   Reitera de nuevo el encargo. Presente y futuro están contrapuestos mutuamente como formas del tiempo, pero éste se ha convertido en tiempo final: primero por su segunda venida y segundo porque con la venida de Cristo superó toda caducidad del tiempo (Rm. 8, 18-25).

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